martes, 6 de abril de 2010

Crónica sobre el Hotel Bolívar

Reliquia cultural

AQUEL VIEJO HOTEL

El Gran Hotel Bolívar, su historia y sus personajes

Si en un test psicológico nos dijeran “Hotel Bolívar”, uno inmediatamente responde “pisco sour”. Reconocido internacionalmente por ser el lugar originario de este coctel (se verá que esto no es del todo cierto), el Gran Hotel Bolívar tiene mucho más que ofrecernos. En un principio llamado “Hotel Ayacucho”, cuenta con una arquitectura imponente, más de mil espejos y candelabros de tamaño colosal. Los pasillos y salones están repletos de una mística impresionante que solo se ha podido cultivar a lo largo de sus 85 años.

-Personas de la talla de Pedro Infante, Richard Nixon y hasta Ernest Hemingway han caminado por estos pasillos.

Jorge Fernández, Jefe de Restaurant y trabajador hace treinta y un años del hotel, me comenta solo un pedazo de la historia del Gran Hotel Bolívar, mientras damos un paseo por los diferentes salones. Empezó a trabajar en el hotel en los tiempos en que el polémico Luis León Rupp era gerente general, allá en 1979. La primera habitación en la que uno se encuentra al ingresar al hotel es el Hall. Un ambiente amplio, con una gran cúpula semejante a la de las iglesias del Centro de Lima. En la edificación predomina un estilo colonial/barroco. El Hall asume la forma de una mini-plaza: tiene 5 salidas o pasillos que conducen a las diferentes instalaciones del hotel. Dos personas –extranjeros, al parecer- se encuentran mirando algo que me pareció extremadamente paradójico y pintoresco. En apenas un pequeño mostrador y tapado por las gigantescas columnas y una decena de sillones azules con bordes dorados, se puede apreciar una botella de Ocucaje, acompañada de dos copas de cristal. En una varios limones y en la otra, más pequeña, un huevo. ¡Vaya curiosidad! Nada menos que los ingredientes del pisco sour: la bandera del hotel, su elemento de mayor representatividad.

El Cocktail Lounge es otra cosa. Bar y restaurant, su belleza y elegancia no se comparan con la de los otros salones (que no es lo mismo decir que son feos). Copas y vasos de cristales, una treintena de mesas y unos diez sillones decoran este ambiente, capaz de impresionar a propios y extraños. Las columnas están cubiertas por grandes espejos y las paredes inundadas de fotografías de las grandes personalidades que han pasado por aquél espacio. La terraza del salón es un ambiente más claro, apacible y silencioso. Como si una barrera invisible impidiera el filtro del smog y de la bulla proveniente de la avenida Nicolás de Pierola.

El Gran Comedor. Un enorme ambiente con imponentes columnas, grandes espejos y arañas de cristal. Cómodamente, en esta habitación caben trescientas personas.

–Aquí se han realizado grandes eventos para la sociedad limeña. El último fue la exhibición del auto de carreras de Red Bull, que en su visita a la capital corrió a 280 km/h en la avenida La Marina.

El Hotel Bolívar, desde sus comienzos, fue sede o al menos tuvo alguna relación con casi todos los eventos de trascendencia en nuestra capital, ya sea alojando a personajes de renombre o utilizando sus diversos salones para shows, conferencias o exhibiciones, como en este caso.

-El hotel también fue, además de uno de los lugares preferidos por los célebres visitantes que tuvo el Perú en el siglo pasado, punto de reunión para la bohemia de la intelectualidad limeña en los años 50.

Fotografías de grandes figuras como Víctor Raúl Haya de la Torre o Pedro Beltrán, Catedral en mano, constatan lo que me dice el señor Fernández.

-Frente a un San Martín, solo puede haber un Bolívar.

Estas fueron las palabras del ex presidente del Perú, Augusto B. Leguía, solo tres meses después de la inauguración del Hotel Ayacucho, ubicado en la Plaza San Martín, el 6 de diciembre de 1924. El ex mandatario había ordenado construir un hotel de talla internacional para recibir a sus ilustres invitados. Sin embargo, tardíamente se enteró de que la palabra “ayacucho” significa “rincón de los muertos” en quechua. Por lo tanto, consultado para un nuevo nombre del hotel, al presidente no se le pudo ocurrir mejor frase. Es de esa manera que, en plena Plaza San Martín, se luce el Gran Hotel Bolívar.

Cuenta el historiador José Antonio Schiaffino que por allá en 1915, en el Bar Morris, ubicado en el Jirón de la Unión, se había inventado un nuevo coctel. El californiano Víctor Morris, propietario del bar con su mismo nombre, había hecho una modificación al conocido “whisky sour” –whisky con limón- y en lugar de ese trago colocó pisco, mezclándolo con la acidez del limón peruano y agregándole algunos ingredientes. Fue así como nació el “pisco sour”. En el Gran Hotel Bolívar, se hizo muy famoso por su “Catedral”: pisco sour doble o triple servido en un gran vaso. Es la marca registrada del hotel, que tanto han alabado quienes han tenido la suerte de probarlo. No hay unanimidad en lo que respecta al coctel luego de que cerró el Bar Morris, en 1933. La historia más difundida dice que los empleados fueron a trabajar al Hotel Maury, llevando con ellos la fórmula más deseada del momento. Debido al enorme éxito, el Gran Hotel Bolívar también empezó a ofrecer pisco sour a los turistas y personalidades más ilustres, iniciando una competencia entre ambos lugares. En palabras del experto en pisco Johnny Schuler: nuestro coctel de bandera nació en el Morris Bar, creció en el Hotel Maury y se hizo famoso en el Gran Hotel Bolívar. Como quien quisiera ser generoso, el pisco del hotel no está reservado únicamente para sus huéspedes. A su lado derecho, se asoma un pequeño salón de un solo nivel, de nombre Bolivarcito. En él se puede degustar el maravilloso pisco sour que ofrece el Gran Hotel Bolívar sin la necesidad de hospedarse.

Al final de uno de los 5 pasillos que desembocan en el Hall, está un ascensor con marcos dorados que nos conduce a través de las 250 habitaciones del hotel (actualmente solo hay 100 hábiles). Desde ahí sale una familia en dirección a la recepción que a leguas se nota que son extranjeros; seguramente han venido a hacer turismo. Dos hermanos, de unos 18 y 23 años aproximadamente, miran un carruaje que data de 1920 y está puesto de adorno en plena recepción. Mientras tanto, una linda castaña se acerca para tomarse una foto.

-¿Usted cree que podría fotografiarme?

Lamentablemente yo no soy el receptor de aquella deseable pregunta. Me doy cuenta de que es colombiana y escucho con atención pero disimuladamente la tertulia. El menor de los hermanos entendió perfectamente lo que dijo y procede a tomarle la foto. Un simple pero tentador “thank you” los despide. “You saw that? It’s amazing” (¿viste eso? Increíble) fue lo que atinó a decir el joven a su hermano mayor, mientras contemplaban cómo se perdía de vista.

Hoy en día muchos turistas acuden a este hotel, tal vez por sus precios más cómodos –en comparación con otros hoteles de primera categoría- o por ubicarse cerca de los mayores atractivos turísticos de la capital.

–Cause it’s pretty, but not too secure, specialy at night (El lugar es bonito, pero no muy seguro, especialmente en las noches)

Eso fue lo que me respondió el mayor de los hermanos luego de que me animé a preguntarle porqué se hospedan aquí. Es una gran verdad. Lamentablemente transitar por nuestro Centro Histórico por las noches (y quizá durante el día) se convierte en una aventura arriesgada. Cuando tienes la suerte de que no te roben o de no toparte con algún borracho, solo la contaminación y la bulla bastan para ahuyentar a cualquier extraño en el Centro de Lima.


Miguel Morales

2 comentarios:

  1. Sorry, no terminé de leerlo. Me aburrí a los 5 párrafos porque parecía un panfleto turístico.

    -Rafael Gutiérrez S.

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  2. Bueno, normal, al menos el profe no se aburrió.

    Miguel

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