martes, 13 de abril de 2010

Ni rosas ni armas

(Artículo superficial inspirado en un concierto fatal)

Fue probablemente el concierto que más esperé en mis dos décadas de vida. Dos décadas de vida tiene también esta banda que tuvo su esplendor en los noventas. Pero sólo ahora, dos décadas después, cuando sólo queda uno de sus miembros originales, cuando las arrugas, canas y el cansancio carcomen la esencia, Guns and Roses llegó a nuestro país.

No me malinterpreten, soy una admiradora, mejor dicho, una oidora empedernida de ese vocalista que se enfunda en el personaje de Axl Rose y eriza la piel con sus gritos y esa guitarra magnífica que rasguña Slash, esa criatura sin rostro con sombrero de copa y un cigarrillo eternamente encendido.

Es por esto que me duele tanto escribir este artículo. Gasté mucha plata y mucho tiempo en el concierto que pensé sería el concierto de mi vida. Me odié tanto por ir a un acto que sabía sería decepcionante. Sabía que Slash no estaría. Sabía que Axl no era el mismo. Pero fue peor.

En un banda de la categoría de Guns n’ Roses uno espera al menos el equipo técnico sea de primera, pero aunque el escenario no estaba mal, el sonido fue de lo peor. ¿Cómo puede ser que mientras yo veía a Axl desgañotándose en el escenario su voz se perdía en algún lugar muy lejano a mis oídos?

A los tres minutos en el escenario Axl ya estaba punto de irse porque alguien le lanzo una botella. Y aunque quiso – al menos eso quiero creer – hacer de este concierto algo memorable, el cansancio, la falta de aire, la ropa ajustada, no lo dejaron. Su voz está intacta, pero él no. Los malos hábitos le están pasando poco a poco la factura.

Aparte de la espera -insoportable para muchos que se fueron antes del concierto-, los teloneros que resultaron tener mejor sonido que los artistas principales y la falta de comida y de bebida, se sumó la profunda cara de decepción de muchos niños que habían ido con sus padres quienes querían presentarles orgullosos a uno de los grupos que marcaron su juventud, pero que terminó siendo un somnífero efectivo para un buena siesta en el auto camino a casa.

Uno de los conciertos más esperados del año resultó siendo el fiasco más grande de mi vida. Tanto que desde que salí esa madrugada de la explanada del monumental no he vuelto a escuchar una canción de los Gunners. Tal vez mi expectativa fue demasiado grande. Puede que todo sea mi culpa por esperar más de lo que este nuevo grupo, imitación del que “en vida fue”, podía dar.*

Raiza

1 comentario:

  1. Lamento, como tú, Raiza, que el tiempo pase, "fluya" como dirían los cursis.
    Es un muy buen aperitivo a lo que serán tus excelentes próximos artículos.

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