lunes, 21 de junio de 2010

Cuando decido mutilarme...

Largo es el debate sobre los derechos humanos. La discordia implícita es el etnocentrismo y la mirada del mundo que se tiene. ¿Por qué lo que unos consideran como un “derecho” debe serlo para mí? ¿Por qué pensar que son universalizables aquellas normas a pesar de la amplia gama de culturas y costumbres en el globo? Lo cierto es que este argumento, el de la diversidad cultural o multi costumbrismo, parece haberse constituido como el cobertor perfecto ante la lluvia de detractores que se generan a partir de prácticas como la clitoridectomia y la infibulación.

La clitoridectomía consiste en la extirpación cruenta del clítoris es llevada a cabo con ayuda de instrumentos rudimentarios o por arrancamiento mediante un imperdible.

La infibulación, por su parte, es el cosido y cerramiento casi total de los labios mayores y menores de la vulva con diversos materiales: fibras vegetales, alambre, hilo de pescar...

Los aspectos sociales que ha producido este fenómeno son curiosos, el peculiar modo de caminar de una mujer infibulada llega a ser considerado como un elemento estético y es deliberadamente exagerado como podría serlo el contoneo de caderas de una mujer occidental. La mujer que no haya sufrido la mutilación posee pocas posibilidades de casarse o, al menos de lograr una integración social completa.

Este hecho es asumido por las propias mujeres como una característica normal de su entorno y aceptado como la vía adecuada para insertarse en la sociedad.
Es ilegal pero se realiza de forma clandestina. La circuncisión femenina abarca desde la ablación del clítoris hasta la extirpación total de los órganos genitales externos de la mujer, en más de 30 países.

Cada minuto, cuatro niñas menores de 15 años son sometidas a una ablación del clítoris. Alrededor de 137 millones de mujeres en todo el mundo han sido mutiladas de esta manera a pesar de las protestas de las organizaciones no gubernamentales, que la consideran una absoluta violación de los derechos humanos.

El meollo del asunto es notar el relativo valor que aquí adquiere la frase “derechos humanos”. Estos, por definición, apelan a la “esencia humana”, a aquellas cualidades inherentes al ser humano que están antes de la cultura o las costumbres. Pero volviendo al inicio, ¿qué sucede cuándo son los mismos seres humanos quienes consideran que esa “esencia” no es su esencia?

José Barreto

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