lunes, 24 de mayo de 2010

¿Una nueva forma de discriminación?

“Ahora ya no voy a tener que soportar el humo de los demás”, respira la frase de un evidente no fumador, a propósito de la ley que prohíbe el consumo de cigarros en lugares públicos cerrados. Y es que sus derechos tienen que ser respetados, cómo no. Pero, ¿y los derechos de los fumadores? Estos también tienen que ser escuchados y valorados en las propuestas y leyes que se planteen y promulguen en nuestro siempre polémico congreso.

El espacio de los fumadores en la sociedad se ha ido reduciendo con el paso de los años. Pienso en la serie “Mad Men”, ambientada en las costumbres y rutinas de los años 60. Una de las prácticas que más salta a la vista es cómo los padres fumaban sin reparo alguno frente a los hijos pequeños. Pienso también en los viajes interprovinciales de los años 80, donde la habitual solución de los pasajeros para el frío era abrigarse bien y, desde luego, prender un puchito. Y cómo no, pienso en la pequeña crónica de Antonio Cisneros, “El último de los dinosaurios”, una acérrima y divertida defensa al fumador. Finalmente, pienso en la Ley 28705 que, así como pisamos un cigarro consumido, aplastó de golpe y sin titubeos los derechos de los fumadores.

No bastó con la omnipresente frase “Fumar es dañino para la salud” o con las imágenes en las cajetillas de tumores y otras espantosidades. Los fumadores ya sabemos las consecuencias (imposible no captar la mega-propaganda contra el tabaco). Y no se trata de que no podamos vivir sin la placentera sensación de inhalar y expulsar el humo, sino que debemos ser conscientes de que los fumadores también necesitamos tener un espacio. Lo de las zonas para fumadores y no fumadores fue una solución salomónica en su momento. Ahora no será más así. En el transporte público, zonas de salud y educación y hasta restaurantes es comprensible. Pero, ¿en bares? ¿En discotecas? Más que proteger al no fumador, estamos quitándole la diversión al que sí fuma.

Y si de dinero se trata, el Estado pierde anualmente más de 2 mil millones de dólares en curar enfermedades producidas por el tabaco. Una cifra impresionante. Bien, ya elevaron el costo de las cajetillas y ya no se pueden vender cigarros por unidades. Lo que vendrá será que, en primer lugar, algunas discotecas no acatarán la ley, por lo que pagarán alrededor de 36 mil soles cada una. Luego, varios jóvenes optarán por una reunión o fiesta casera donde no exista la prohibición, así que eso significará pérdidas para los lugares públicos semana tras semana. Estos resultados conllevarán fastidio y protestas por parte de instituciones cuyos ingresos monetarios se verán reducidos a causa de esta nueva ley. A su vez, veremos si el gobierno retrocede en su propuesta -como sucedió con el anticonceptivo oral de emergencia- o si se mantiene firme y resiste las duras presiones.

En Estados Unidos las discotecas cuentan con una terraza al aire libre para fumadores. Aquí ni siquiera plantean esa solución, sino que desde el primer momento cortan cualquier tregua posible. La municipalidad de San Isidro ya dio la primera pitada. Ahora fumar en un bar de ese distrito -¡sí, en un bar!- costará 360 soles. Al parecer será inevitable que, pitada a pitada, nuestro último cigarrillo termine de consumirse.

Miguel Morales

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